Cuenta la superstición que, antiguamente, los terrenos situados entre la cuesta de San Vicente y San Francisco El Grande, estaban habitados por brujas, duendes y fantasmas, que empezaron a manifestarse durante el reinado de Alfonso VI y la construcción del antiguo Alcázar, en 1537, por haber visto perturbada su paz. Muchos obreros murieron inexplicablemente durante la construcción.
El suceso más importante ocurrió el día de Nochebuena de 1734. Mientras Felipe V pasaba las fiestas en el Palacio del Buen Retiro, misteriosamente el fuego devoraba el Alcázar y las llamas destruían para siempre pinturas y objetos de gran valor. Fue tan violento el incendio, duró 4 días, que, según relatos de testigos, muebles y cuadros eran arrojados por las ventanas al no ser posible sacarlos por las puertas. Así se salvaron grandes telas de maestros, que hoy admiramos en el Museo del Prado. Todavía pueden observarse hoy, por ejemplo, los efectos del chamuscado en el retrato ecuestre del Emperador Carlos V en la Batalla de Mulberg, de Tiziano.
Cuenta la leyenda que el incendio fue provocado por la venganza de las ánimas que habitaban el lugar y que vieron perturbada su paz. Entonces, Felipe V encargó en 1735 erigir el palacio “más grandioso del mundo”, según sus propias palabras, sobre las cenizas del Alcázar. Por temor a nuevos incendios, la entera construcción fue realizada en piedra. La consecuencia fue que las habitaciones del palacio, todas abovedadas, exigieron tal espesor de los muros para el contrarresto y soporte de las bóvedas que este espesor alcanzó en la planta baja los cuatro metros. Comienza entonces una remodelación iniciada por Filippo Juvara y seguida por Juan Bautista Sachetti y Ventura Rodríguez que no está exenta de leyendas. Por ejemplo, durante su construcción se rumoreaba la existencia de fantasmas o demonios que trepaban por sus muros, aún por concluir, ante el asombro y miedo de los obreros.
También hubo “accidentes laborales” achacados a espíritus malévolos que empujaban al vacío a los trabajadores. Ante estas manifestaciones maléficas, Felipe V decidió realizar un exorcismo.
Su esposa, Isabel de Farnesio, una mujer con fama de supersticiosa, también liga sus sueños a esta construcción. Cuenta la leyenda que tras una espantosa pesadilla en la que veía cómo un terremoto asolaba Madrid, ordenó retirar todas las estatuas de las balaustradas y colocarlas en la plaza de Oriente. Quiso así poner a salvo su vida de una premonición en la que moría aplastada por una gran estatua.
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